Cuando escribí
sobre mis prácticas de evaluación reflexioné sobre cómo por intentar hacer una
evaluación o retroalimentación continua me faltaba retroalimentación real con
mis alumnos. Hasta este punto siempre he
desdeñado un poco los cuestionarios estructurados. En la facultad de medicina,
como estudiante, he sido siempre víctima de una evaluación sumativa final, memorística, en forma de examen oral,
en la que puede tocarte el docente malo y preguntarte cualquier cosa, o de los
exámenes estructurados de respuesta
múltiple, donde pueden preguntarte cualquier cosa, pero por lo menos son más
justos al ser iguales para todos.
No hubo nada
más feo en mi carrera universitaria que la sensación de enfrentar un examen en el
que no sabés que te pueden preguntar.
Quizás como
reacción a todo esto me fui corriendo hacia el otro lado y en ocasiones me
ocurre que los estudiantes, que están habituados a las mismas prácticas
tradicionales de evaluación tienen más dificultades para realizar las
actividades y trabajos que yo les pido que para contestar un múltiple
choice.
Luego de esta
segunda y tercera semana de curso me puse a pensar si no podría utilizar
algunas evaluaciones estructuradas en la cursada; de hecho inicialmente había
pensado hacerlo y tengo formularios por la mitad, que después fueron cayendo en
desuso. Creo que esto me permitiría brindar retroalimentación con mayor velocidad,
porque si no llega a tiempo no sirve. El
problema que tengo es que en general, para evaluar la comprensión no puedo
utilizar habilidades de pensamiento inferiores, que son las que más cuadran con
los formularios, por lo menos es lo que me ocurrió cuando hice la actividad.
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