lunes, 18 de noviembre de 2013

Síntesis

Cuando escribí sobre mis prácticas de evaluación reflexioné sobre cómo por intentar hacer una evaluación o retroalimentación continua me faltaba retroalimentación real con mis alumnos.  Hasta este punto siempre he desdeñado un poco los cuestionarios estructurados. En la facultad de medicina, como estudiante, he sido siempre víctima de una evaluación sumativa  final, memorística, en forma de examen oral, en la que puede tocarte el docente malo y preguntarte cualquier cosa, o de los exámenes estructurados  de respuesta múltiple, donde pueden preguntarte cualquier cosa, pero por lo menos son más justos al ser iguales para todos.
No hubo nada más feo en mi carrera universitaria que la sensación de enfrentar un examen en el que no sabés que te pueden preguntar.
Quizás como reacción a todo esto me fui corriendo hacia el otro lado y en ocasiones me ocurre que los estudiantes, que están habituados a las mismas prácticas tradicionales de evaluación tienen más dificultades para realizar las actividades y trabajos que yo les pido que para contestar un múltiple choice.  

Luego de esta segunda y tercera semana de curso me puse a pensar si no podría utilizar algunas evaluaciones estructuradas en la cursada; de hecho inicialmente había pensado hacerlo y tengo formularios por la mitad, que después fueron cayendo en desuso. Creo que esto me permitiría brindar retroalimentación con mayor velocidad, porque si no llega a tiempo no sirve.  El problema que tengo es que en general, para evaluar la comprensión no puedo utilizar habilidades de pensamiento inferiores, que son las que más cuadran con los formularios, por lo menos es lo que me ocurrió cuando hice la actividad.

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